Tras un largo periodo de decadencia, el viejo palacio de Lili queda definitivamente dañado durante la ocupación francesa de 1793. A continuación una parte del palacio se reconstruye para convertirlo en caserío. La parte trasera se mantiene casi en ruinas. La única relación de los Lili con sus inquilinos es el administrador que cobra la renta. Se agravan los efectos de la falta de mantenimiento: un tercio del palacio está abandonado.